“Todo dia ela faz tudo sempre igual
Me sacode às seis horas da manhã
E sorri um sorriso pontual
e me beija com a boca de hortelã.”
Chico Buarque
"El ómnibus está lleno como todos los domingos a esta hora. Lo llenan las camperas, el olor a naftalina y el vaho de aliento colectivo que viaja con todos nosotros durante tres meses.
Es invierno hoy en Montevideo.
A mi lado tengo a un padre y un hijo. El niño no se llega a vislumbrar entre la bufanda y el gorro; el hombre, en cambio, muestra una barba de fin de semana y un par de ojeras sobre su sonrisa complaciente, garabateada en el rostro con descuido. “Cómo nos divertimos hoy”, dice el señor. “Sí”, acepta el niño con una voz tubular que emerge desde la bufanda. “Tomamos un helado”, insiste. “Sí, tomamos un helado”. “Fue divertido”, vuelve a decir el hombre, tratando de sacarle alguna efusividad a su hijo frío, aburrido. “Hasta sacamos un boleto gratis para el partido”, sigue. “Sí”, dice el niño, sin ánimo de contrariar. “¿Y qué más?”, pregunta el padre. “Nada más, papá”, termina el niño, tajante, sin un esbozo de sonrisa en sus ojos plomizos.